* Gustavo
Antonio Rangel
- Periodista Católico de la Diócesis de
Teotihuacán.
Con frecuencia no entendemos verdaderamente el dolor
de un amigo (a), máxime cuando se le presenta la perdida irreparable de un ser
querido; o tal vez, porque esta viviendo una etapa difícil en su vida.
Y es que ante el acontecer, se requiere ser más
solidarios con los demás. Sobre todo cuando un amigo (a) vive el dolor terrible
de la enfermedad, la depresión, la soledad, la tristeza, el abandono, la
perdida de empleo o problemas de carácter familiar y económico.
Sabemos que la tarea no es fácil; y la realidad
es que todavía no estamos preparados para ayudar verdaderamente a nuestros
semejantes.
Necesitamos de una fe solida, duradera y
solidaria, para entender y atender las necesidades del prójimo; es lo mínimo
que deberíamos hacer los que nos preciamos de ser seguidores de la religión del
amor.
De modo que la idea de escuchar y ayudar al
necesitado implica, para empezar, una actitud de cambio personal en nosotros
mismos, y es la voluntad aceptada para no causarle daño alguno, bajo ninguna
forma de injusticia.
Es decir, esta acción de renovación personal
debe ser bien vista y apoyada para que se multiplique como buena obra en el
núcleo social o laboral al que pertenecemos. Recordemos, la base de todo es el
amor y el bien común hacia los demás.
De ahí que no es casualidad que el Cristianismo,
es la más grande revolución de la Historia. Jesucristo, Fundador y Maestro, dio
a sus discípulos como precepto característico, el AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS, y no como quiera, sino con la
intensidad con que El nos había amado: Hasta la Muerte.
Y como si fuera poco, todavía aclaró y precisó:
y mayormente a VUESTROS ENEMIGOS, A LOS
QUE OS ABORRECEN Y HACEN MAL.
Porque hacer el bien a los que os aman lo hacen
también los paganos. Como quién dice eso “no tiene chiste”, lo verdadero,
valido y grande, lo verdaderamente magnánimo, es amar a los enemigos...¡ menudo
cargo !.
De modo que el Cristianismo nos invita de
manera permanente, en el orden social, a ser colaboradores de nuestros
semejantes con la fortaleza de la fe.
Y es que la fe es un Don de Dios, que a veces NO valoramos, simplemente, porque nos
cuesta mucho trabajo doblar las rodillas de nuestra mente.
Por ello, pidámosle con humildad a Jesús, ese
grandioso don.
Pidámosle su presencia en nuestro corazón, para
ser un bienhechor y un servidor de persona a persona con la más severa
obligación de cooperar al bien común con los más necesitados.
Y esto incluye buscar el perdón a quienes hemos
ofendido, herido verbalmente, difamado en modo alguno o circunstancia.
Tal vez en este momento, también, algún amigo
(a) o persona que nos ofendió tenga alguna experiencia de sufrimiento en su
vida.
Es tremendamente doloroso. Y entonces nos
preguntamos:
¿Qué estamos haciendo por él o ellos?,…
¿realmente estamos al pendiente de la necesidad, enfermedad o la muerte de un
ser querido, o conocido?.., sobre todo cuando aún es necesaria su presencia en
este mundo.
Por eso, el dolor de un amigo, hoy más que
nunca, interpela a los cristianos.
Y esto implica lo siguiente: sí te enteras del
sufrimiento o la insuficiencia moral de un amigo o vecino; si te es posible
acude con él o ellos. Llama a sus familiares y envía los mejores deseos de
solidaridad y de fraternidad.
Diles en voz alta que Jesús esta presente con
él o ellos; recordarles que al final del camino siempre hay luz y esperanza. Esto es para ayudar a que puedan controlar al
interior, cuando el llanto explote en la garganta y las lágrimas arrasen a
través de los ojos y sangre el corazón.
Sin duda, la tarea, no es fácil. Por eso, la
clave es que sí aceptamos a Jesús y caminamos con fe, vamos a tener la fuerza
vivificante del Cristianismo para compartirlo.
Entonces caeremos en la cuenta que detrás del
amor al prójimo está Jesucristo, su
evangelio y su gracia, que son los móviles que cambian la conducta humana.
Por lo tanto. Sí creemos en Jesús, y lo
aceptamos bajo la ley del amor, ¡ seremos verdaderos discípulos de él y
condiscípulos entre nosotros !, aún cuando tengamos que luchar contra toda
esperanza humana.
En suma, al final del día - aunque humanamente no se vea nada-. El
ser solidarios con nuestros semejantes nos llevará a fortalecer la confianza en
Dios. Lo que significa vivir plenamente un estilo de vida diferente, a la luz
de la atención y servicio, a favor de los más vulnerables y necesitados de fe y
razón.
* Gustavo
Antonio Rangel
- Periodista Católico de la Diócesis de
Teotihuacán.
- Es Investigador especializado en
Neopersecución de Sacerdotes en México, de 2006 a la fecha.
- Desde 2009, Coordina la Unidad de
Investigación del Centro Católico Multimedial C.C.M.
- Ha ganado el Premio Nacional de
Periodismo Católico 2008.
- Ha sido Profesor de los Talleres de Radio
y Televisión de la Universidad Salesiana de México.
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