Reporte Enero de 2011:
Crece
de un 2 a un 12 por ciento, el sacrilegio deliberado a recintos sagrados de las distintas Provincias Eclesiales de
la república mexicana, según registros de 1993 a Enero de 2011.
Diversas
son las causas de profanación: Una principal proviene de grupos aislados que
manifiestan un sectarismo demoniaco hacia la fe católica, y se traduce en furia
directa contra fieles, robo de arte sacro, quema de iglesias, terrorismo contra
monasterios, y en algunos casos asesinato de sacerdotes.
México primer país en ataques violentos a recintos sagrados en América Latina, le sigue Colombia, Brasil, Guatemala, Venezuela, el Salvador y Argentina.
En México, cada semana, cerca de 26 recintos sagrados de toda la configuración eclesiástica, son mancillados por insolentes pecaminosos, que a través de actos de violencia e impunidad, cometen sacrilegio y dirigen sus ataques sistemáticos contra la fe católica.
Un análisis de 1993 a Enero de
2011, indica que se trata de una tendencia que afecta anualmente a un 12 por
ciento de los más de 11 mil templos sagrados que integran las 18 Provincias
Eclesiales del país.
Datos del estudio confirman que
el fenómeno ha proliferado de manera alarmante en los últimos 17 años. Según registros,
entre 1993 y 1999, la ola de violencia ciega contra templos sagrados refiere un
2 por ciento por año; es decir, 4 recintos profanados por semana.
De 2000 a 2006, la cifra
incrementó a un 4 por ciento, entonces, equivalente a 8 templos agraviados
semanalmente; y de 2007 a la fecha, creció a un 12 por ciento, correspondiente
a 26 iglesias deshonradas. Es decir, un aumento de alrededor de 600 %, en casi
dos décadas.
De ahí que México figura
como primer país en América Latina con más ataques violentos a recintos
sagrados, le sigue Colombia, Brasil,
Guatemala, Venezuela, el Salvador y Argentina.
Por desgracia, esta irregularidad se ha constatado como grave, toda vez que se inspira en un laicismo intolerante que se traduce
en furia directa contra fieles, vandalismo y robo de arte sacro, quema de
iglesias, terrorismo contra monasterios, y en algunos casos intimidación y
asesinato de sacerdotes.
Según análisis y con información de la Agencia Fides, de la
Congregación Vaticana para la Evangelización de los Pueblos. El grado del
fenómeno va más allá porque sólo
se denuncia el 6 por ciento de los casos perpetrados en México.
Pero esto no es lo peor, la
cuestión de ataques a templos custodiados por
católicos, deriva su alcance en dos procesos fundamentales: Por una parte, la
tendencia sectaria de sinvergüenzas
que atentan recintos para apropiación y pillaje de arte virreinal; situación
que afecta al Patrimonio del país.
Por otra, la de sujetos
que atacan santuarios y parroquias para hacer notar sus pasiones antirreligiosas, motivos políticos, para
marcar su territorio donde realizan su “trabajo” ilícito, y en otros casos,
para dar constancia que están ligados a la maldad.
Lo anterior nos lleva a ofrecer una rápida
visión de los actores que promueven violencia anticristiana en el corazón de
nuestra fe. Por ello, se puede hablar de tres enfoques de aproximación sobre el
grado de responsabilidad, según el acto de vandalismo y de profanación.
Así tenemos que un 21 por ciento corresponde
a delincuentes bisoños, que se orientan al robo “exprés” de objetos religiosos en menor
escala. El segundo enfoque representa un 42 por ciento, y concierne a los
“profesionales” del crimen organizado, especializados al robo de arte sacro.
El ultimo enfoque, un 37 por ciento
corresponde a grupos de insensatos que atacan por diversos motivos de
intolerancia y discriminación religiosa.
En el caso de los delincuentes “bisoños”,
generalmente se orientan al robo “exprés”; hurtando desde cestos de limosnas,
Biblias y libros de oración; así como, actas y documentos sacramentales -de
Bautismos, Matrimonios y entierros- que constituyen el
acervo parroquial; además, equipo de sonido, computadoras y objetos religiosos
como cáliz, custodias, incensarios, paneras, juegos de altar, candeleros,
floreros y dinero en efectivo.
En este rango entran, también, los
delincuentes identificados por feligreses, como “Metaleros” o “delincuentes del
cobre”, que roban alrededor de 50 campanas por año. Su principal objetivo es el
hurto de campanas con más de dos siglos de fabricación, por la pureza del
material.
Su campo de “acción” lo llevan cabo en
capillas y parroquias ubicadas en la periferia de los centros urbanos; aunque,
también, tienen cierta preferencia por colonias o comunidades aisladas para
cometer sus fechorías.
Se valen de autos de servicio publico “taxis”
para monitorear la zona.
La edad promedio de los delincuentes es de 17
años, y por evento delictivo participan de dos a cuatro sujetos.
El segundo enfoque representa un 42 por
ciento, y se refiere al grupo del crimen organizado especializado al robo de
arte sacro.
En este rango entran aquellos sujetos que
pertenecen a una red bien estructurada de delincuentes que operan de manera
sistemática en la zona centro, occidente, bajío y norte del país.
Para esta categoría, se presume que la edad
promedio es de 28 años. Además, tienen un nivel socioeconómico medio; cuentan
con estudios universitarios y peculiar conocimiento del arte.
Los insolentes monitorean constantemente
recintos sagrados que fueron edificados en el siglo XVI y XIX; estudian su
acervo y clasifican con fotografías los objetos sacros para realizar sus
acciones delictivas.
Otra variante, poseen catálogos de obras de
arte que muestran a sus clientes y difunden el material a través de Internet
–correos electrónicos-. En algunos casos, se tiene noticia que “trabajan” por encargos para
supuestas galerías que se prestan para la venta o consignación de las obras
virreinales.
De cualquier forma, el principal objetivo de
los delincuentes de arte sacro -al
profanar un templo-, es para robar: Joyería, Crucifijos, Coronas; Vestidos
de Imágenes con bordados en oro y plata; Pinturas al oleo, Lienzos sagrados y
Escudos; Piezas Artísticas de talla en madera y policromadas; Esculturas,
Cuadros y Medallones con acabados en estofado de oro -estilo Barroco y
Neoclásico-.
Con todo y la complejidad del fenómeno, se
estima que los ladrones de arte virreinal, obtienen ganancias anuales hasta por
83 millones de pesos, y además, se presume que sus principales clientes
“coleccionistas y anticuarios” se encuentran en las tres principales ciudades de
México, así como Estados Unidos, América del Sur y Asia.
Por otro lado, el tercer enfoque, corresponde
un 37 por ciento a grupos de insanos que atacan por diversos motivos de
intolerancia y discriminación religiosa. En este rango destacan los llamados “vándalos”
que anteponen su egoísmo personal o de grupo, manifestando una lógica de odio y
venganza hacia los templos resguardados por católicos.
Su espíritu violento de “superhombres” los
lleva a irrumpir los recintos sagrados para cometer violaciones sistemáticas y
atentar contra el Patrimonio de México.
En esta categoría, también, tenemos a los
sujetos que operan bajo un perfil político, y los que responden a grupos
aislados de la delincuencia organizada. Se trata de dos tipos de granujas distintos,
pero que coinciden por su alta peligrosidad, ya que tienen
bien estudiado el método delictivo.
Los insolentes promueven una primavera de
violencia para causar intimidación, “levantones”, lesiones físicas,
intranquilidad, miedo, traumas psíquicos
y en algunos casos muertes.
De manera que los actos de irrupción de estos
grupos pecaminosos afectan directamente a las familias de las comunidades
aledañas; las mantienen en una tensa calma y bajo un clima de terror, situación
que afecta directamente a niños, mujeres y ancianos.
Ahora bien, tras los ataques a Iglesias, se
ha comprobado que destilan odio “especial” a la Madre de Dios -en sus diferentes advocaciones-; y
sobre todo, al lugar donde se le rinde culto.
De ahí que siete de cada 10 recintos sagrados
profanados, corresponde a Santuarios Marianos.
Por mencionar un ejemplo, la imagen más
agraviada, por daño o por robo de arte, es la Santísima Virgen en su advocación
de Santa María de Guadalupe.
Se ha constatado que La Guadalupana es “blanco de ataques” y agresiones violentas de los
incrédulos; tan sólo porque es el
sostén de amor materno del pueblo mexicano y porque se le tiene una
veneración perenne de sus
hijos; que ha decir de los delincuentes: “se le idolatra tanto”.
Una primera confirmación es que inician su
“logística” de sacrilegio, cualquier día de la semana; no obstante, se inclinan
más de domingo a miércoles, además, toman en cuenta tres horas después de
terminar las actividades ordinarias del día. Es decir, en promedio operan
pasado de las 22:00 Horas, y según su acción pecaminosa, se prolonga hasta las
dos primeras horas de la madrugada siguiente.
De esto saben mucho los fieles, y gracias a
su testimonio, se ha confirmado que los insolentes
tienen como principal objetivo, generar pánico e incertidumbre en la conciencia de la grey católica.
Además, buscan reprimir a su jerarquía y
a su sacerdocio, por sus constantes predicas que censuran injusticias y defienden la vida y la familia.
Por lo anterior, los agravios a
recintos sagrados ya no son casos aislados. Es ya una situación que afecta en
serie la unidad geográfica de la configuración Eclesiástica de la república
mexicana.
Tal es el caso de ocho Provincias
Eclesiales de México, que viven en constante riesgo por el alto índice de
inseguridad y por los actos de profanación con violencia perpetrados. Asimismo,
por el daño colateral en contra de fieles, derivado del choque entre Ejército y
efectivos policiales estatales contra grupos violentos del crimen organizado.
Destacan las Iglesias que se
encuentran en el Valle de Juárez >>Praxedis G. Guerrero, Guadalupe y
Ascensión<<, Frontera y centro de la Provincia de Chihuahua; Capital de
Nuevo León, Tampico, Nuevo Laredo y Saltillo de la Provincia de Monterrey; Zona
de Torreón y Gómez Palacios de la provincia de Durango.
También, el Centro de Culiacán de
la Provincia de Hermosillo; Región Tierra Caliente de Guerrero >>Puerto,
Ciudad Altamirano y Chilpancingo<< de la Provincia de Acapulco; Zona de
Apatzingán, Tacámbaro y Cd. Lázaro Cárdenas de la Provincia de Morelia; Región
de Veracruz y San Andrés Tuxtla de la Provincia de Xalapa; Zona de Antequera,
Mixes, Tehuantepec y Tuxtepec de la Provincia de Oaxaca.
Por otra parte,
mención especial merecen los templos de siete Provincias Eclesiales, que están
a merced de los insanos, toda vez que llevan a cabo persistentes irrupciones
para cometer violaciones contra el Santísimo Sacramento,
dañar Imágenes Sagradas, pintar paredes, romper mobiliario o
para saquear lugares de culto.
Destaca la zona
de Tehuacán y Tlaxcala de la Provincia de Puebla; Región de Tulancingo y
Huejutla de la Provincia de Tulancingo, Hidalgo; Zona de Celaya, Irapuato y
Querétaro, de la Provincia “Bajío” de León; región de los Altos de Jalisco,
Sayula, Aguascalientes, Colima y Tepic, de la Provincia de Guadalajara;
Zacatecas de la Provincia de San Luis Potosí, la zona de Texcoco y Teotihuacán
de la Provincia de Tlalnepantla; Delegación Benito Juárez, Cuauhtémoc,
Iztapalapa y Venustiano Carranza, de la Arquidiócesis Primada de México, en el
Distrito Federal.
Aunque grupos aislados y sus corifeos lo
nieguen. El fenómeno de agravios a lugares de culto se impone, al grado que
autoridades de los tres niveles de gobierno, no han podido controlar el
problema para evitar los constantes sacrilegios.
Y la razón es muy clara: las averiguaciones
quedan sólo en eso, y se ha seguido la política del avestruz -que ante los hechos esconde la cabeza bajo
el ala para no verlo-.
Esto desde luego, es lamentable;
y más aún, porque la exasperante situación alcanza dimensiones sectarias que afecta a
presbíteros o religiosas que residen en los templos mencionados.
En casos confirmados, los delincuentes –al efectuar un sacrilegio-, muestran intolerancia
que los lleva a cometer agravantes para intimidar a los religiosos.
Por un lado,
solicitan dinero a cambio de dar supuesta protección a párrocos. Al mismo
tiempo, la amenaza va desde
la quema del recinto sagrado, el secuestro o hasta el riesgo de ejecutar al
religioso si no paga la “cuota”.
En el caso de
extorsión, la cantidad oscila en promedio los diez mil pesos, y cuando se trata
de secuestro, puede llegar hasta los dos millones, según fuentes eclesiales.
Por otro lado,
cuando se lleva a cabo un robo a templo, los insolentes se van con todo en
represión de los presbíteros, manifiestan un sectarismo demoniaco que los
vuelve ciegos, y en algunos casos, sus actos terminan en homicidios.
Así lo confirman los registros de
1993 a enero de 2011: 18 crímenes perpetrados contra 1 cardenal, 13
sacerdotes, 3 religiosos y 1 laico –sacristán-; de los cuales 7 fueron consumados contra Presbíteros en
el interior de un templo.
En efecto, tan sólo
en 2010, dos sacerdotes y un laico, fueron asesinados a sangre
fría.
De ahí que la
estadística de los casos de homicidios de presbíteros en México, revela que
hasta enero de 2011, el 46 % procede de un ataque deliberado a recinto sagrado.
Aunque, 14 estados de la
república se han convertido en constante zona de riesgo para el ministerio
sacerdotal. Una aproximación reciente del fenómeno indica que son diez
entidades las que representan una alta inseguridad, destacando: el Distrito
Federal, Chihuahua, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Hidalgo,
Aguascalientes y Coahuila.
Por lo anterior, grave es el fenómeno en
cuestión; los efectos son de alto costo sin aparente solución; y más aún,
porque, también, afecta directamente a la feligresía.
Definitivamente, es el sector más vulnerable.
Y lo peor de todo es que en la mayoría de los casos son quienes pagan los
platos rotos del salvajismo que emana de una agresión a lugar sagrado.
Una consecuencia principal es el
trauma que afecta a su paz y culto. El allanamiento y despojo a sus imágenes
veneradas y respetadas deterioran gravemente su vida cristiana; además, se
sienten inseguros y con impotencia de aplicar un
castigo con severidad a los culpables.
Se puede añadir que luego de un
agravio perpetrado, se acercan a su templo, y siguen sin entender el
insólito sacrilegio. En suma, simplemente, no hay palabras para describir el sentimiento de daño y su
efecto colateral.
Lo cierto es que los fieles de
algunas ciudades del norte del país, tienen su libertad acotada; es
decir, vive en tensa calma y bajo un clima violento. Las amenazas de muerte
están a la orden del día; el fantasma de la zozobra ha invadido sus hogares, y
lo mejor es salir en éxodo cuanto antes, para salvar la vida.
Al respecto, se estima que alrededor de 18 mil fieles – en 2010-, retornaron a sus lugares de
origen; y otros 5 mil emigraron a la unión americana, resultado del aumento de
la violencia en regiones como Chihuahua, Tamaulipas, Monterrey, Sinaloa y
Michoacán.
Hasta aquí los registros, y ante la gravedad
nos preguntamos: ¿es posible esto en México?.
Sí, todo eso y algo más. Lo vemos a través de los agravios a templos católicos,
que deriva de ataques bien estudiados contra sacerdotes y fieles -perpetrados a la luz del día-; pero
sobre todo, solapados por quienes deberían garantizar la seguridad pública.
Se ha constatado
que en casos aislados, son ellos mismos -los
grupos policiales y el Ejército-, quienes irrumpen violentamente los
recintos sagrados, para buscar a supuestos cabecillas del crimen organizado. ¡Qué
pena que policías y ejército!, en vez de conservar y resguardar el orden de los
templos, se dediquen a crear pánico entre los fieles inermes e indefensos.
Por eso, hoy más
que nunca, recordamos las palabras del obispo francés, monseñor Michel Dubost,
en relación a la profanación de Iglesias:
“Si hay que gritar, gritaremos; después
de todo, nosotros también somos ciudadanos”.
De ahí que mientras los abusos y actos de vandalismo o sacrilegio
a templos sagrados continúen en el país, se deberá informar puntualmente a la
opinión pública, para apremiar al gobierno mexicano, y a los poderes
públicos involucrados, para que se
dediquen -en serio- a tratar de
resolver el problema; y así la familia pueda volver a tener un espacio vivo de
reflexión con su credo.,
En suma, los templos sagrados de México,
cualquiera que sea su denominación, tienen entre sus fines la predicación y
vivencia de la moral; por ello, deben recibir seguridad para cumplir esta
misión que tanto beneficia no sólo a las buenas costumbres, sino al orden
social y tranquilidad publica; por ello, deben recibir facilidades para que al
interior puedan convivir y encontrarse pacíficamente los mexicanos.
* Gustavo -Antonio Rangel
Periodista Católico de Teotihuacán
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