* Gustavo Antonio Rangel
Periodista Católico de la Diócesis de Teotihuacán.
Ciudad de México a 10 de Diciembre de 2014
San Juan Diego
Por Isabel Orellana Vilches, Zenit.org
San Juan Diego pervive
vinculado a la advocación de la Virgen de Guadalupe, que se le apareció
haciéndole protagonista de una de las grandes escenas, cuajadas de lirismo, que
marcan un hito en la historia de las apariciones marianas
Por Isabel Orellana Vilches, Zenit.org
La Iglesia celebra hoy la existencia de Juan Diego,
que pervive para siempre vinculado a María, bajo su advocación de la Virgen de
Guadalupe. Este santo indígena encarna en sí mismo una de las hermosísimas
historias de amor que conmueven poderosamente.
Inocencia y dulzura forman una perfecta simbiosis en
su vida que instan ciertamente a perseguir la santidad y permiten comprender
qué pudo ver en él la Reina del Cielo, excelso modelo de virtudes, para hacerle
objeto de su dilección.
Nació en Cuautitlán perteneciente entonces al reino de
Texcoco, México, Regido entonces por los aztecas, hacia el año 1474.
Debía llevar escrito en su nombre, que significaba
«águila que habla», la nobleza de esta majestuosa ave que vuela desafiando a
las tempestades, de cara al infinito.
Era un indio de la etnia chichimecas, sencillo, lleno
de candor, sin doblez alguna, de robusta fe, dócil, humilde, obediente y
generoso.
Un hombre inocente que, cuando conoció a los
franciscanos, recibió el agua del bautismo y se abrazó a la fe para siempre
encarnando con total fidelidad las enseñanzas que recibía.
Un digno hijo de Dios que no dudaba en recorrer 20 km.
todos los sábados y domingos para ir profundizando en la doctrina de la Iglesia
y asistir a la Santa Misa.
Tuvo la gracia de que su esposa María Lucía
compartiera con él su fe, y ambos, enamorados de la castidad, después de ser
bautizados hacia 1524 o 1525 determinaron vivir en perfecta continencia.
María Lucía murió en 1529, y Juan Diego se fue a vivir
con su tío Juan Bernardino que residía en Tulpetlac, a 14 km. de la iglesia de
Tlatelolco-Tenochtitlan, lo cual suponía acortar el largo camino que solía
recorrer para llegar al templo.
La Madre de Dios se fijó en este virtuoso indígena
para encomendarle una misión.
Cuatro apariciones sellan las sublimes conversaciones
que tuvieron lugar entre Ella y Juan Diego, que tenía entonces 57 años, edad
avanzada para la época.
El sábado 9 de diciembre de 1531 se dirigió a la
Iglesia. Caminaba descalzo, como hacían los de su condición social, y se
resguardaba del frío con una tilma, una sencilla manta.
Cuando bordeaba el Tepeyac, la tierna voz de María
llamó su atención dirigiéndose a él en su lengua náhuatl: «¡Juanito,
Juan Dieguito!». Ascendió a la cumbre, y Ella le dijo que era «la
perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios».
Además, le encomendó que rogase al obispo Juan de
Zumárraga que erigiese allí mismo una iglesia.
Juan Diego obedeció.
Fue en busca del prelado y afrontó pacientemente todas
las dificultades que le pusieron para hablar con él, que no fueron pocas.
Al transmitirle el hecho sobrenatural y el mensaje
recibido, el obispo reaccionó con total incredulidad.
Juan Diego volvió al lugar al día siguiente, y expuso
a la Virgen lo sucedido, sugiriéndole humildemente la elección de otra persona
más notable que él, que se consideraba un pobre «hombrecillo».
Pero María insistió. ¡Claro que podía elegir entre
muchos otros! Pero tenía que ser él quien transmitiera al obispo su voluntad: «…Y
bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa
María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».
El 12 de diciembre, diligentemente, una vez más fue a
entrevistarse con el obispo. Éste le rogó que demostrase lo que estaba
diciendo. Apenado, Juan Diego regresó a su casa y halló casi moribundo a su
tío, quien le pedía que fuese a la capital para traer un sacerdote que le diese
la última bendición.
Sin detenerse, acudió presto a cumplir con este acto
caritativo, saliendo hacia Tlatelolco. Pensó que no era momento para
encontrarse con la Virgen y que Ella entendería su apremio; ya le daría cuenta
de lo sucedido más tarde. Y así, tras esta brevísima resolución, tomó otro
camino. Pero María le abordó en el sendero, y Juan Diego, impresionado y
arrepentido, con toda sencillez expresó su angustia y el motivo que le indujo a
actuar de ese modo.
La Madre le consoló, le animó, y aseguró que su tío
sanaría, como así fue. Por lo demás, enterada del empecinamiento del obispo y
de su petición, indicó a Juan Diego que subiera a la colina para recoger flores
y entregárselas a Ella.
En el lugar señalado no brotaban flores. Pero Juan
Diego creyó, obedeció y bajó después con un frondoso ramo que portó en su tilma.
La Virgen lo tomó entre sus manos y nuevamente depositó las flores en ella.
Era la señal esperada, la respuesta que vencería la
resistencia que acompaña a la incredulidad. Más tarde, cuando el candoroso
indio logró ser recibido por el obispo, al desplegar la tilma se
pudo comprobar que la imagen de la Virgen de Guadalupe había quedado impregnada
en ella con bellísimos colores. A la vista del prodigio, el obispo creyó, se
arrepintió y cumplió la voluntad de María.
Juan Diego legó sus pertenencias a su tío, y se
trasladó a vivir en una humilde casa al lado del templo. Consagró su vida a la
oración, a la penitencia y a difundir el milagro entre las gentes.
Se ocupaba del mantenimiento de la capilla primigenia
dedicada a la Virgen de Guadalupe y de recibir a los numerosos peregrinos que
acudían a ella.
Murió el 30 de mayo de 1548 con fama de santidad
dejando plasmada la aureola de la misma no sólo en México sino en el mundo
entero que sigue aclamando a este «confidente de la dulce Señora del
Tepeyac», como lo denominó Juan Pablo II.
Fue él precisamente quien confirmó su culto el 6 de
mayo de 1990, y lo canonizó el 31 de julio de 2002.
Con información de Isabel
Orellana Vilches, Zenit.org
* Gustavo Antonio Rangel
- Periodista Católico de la Diócesis de Teotihuacán.
- Es Investigador especializado en Neopersecución de Sacerdotes en México, de 2006 a la fecha.
- Desde 2009, Coordina la Unidad de Investigación del Centro Católico Multimedial C.C.M.
- Ha ganado el Premio Nacional de Periodismo Católico 2008.
-Ha sido Profesor de los Talleres de Radio y Televisión de la Universidad Salesiana de México.
-Actualmente realiza estudios de Maestría en Educación y Comunicación.
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