Del 12 al 31 de mayo,
todos los obispos de México, vamos a Roma, por grupos sucesivos, para la Visita Ad
limina, con el objetivo de “honrar los sepulcros de los Apóstoles
Pedro y Pablo y encontrar al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma”, como
indica el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos (No. 15).
Es
una visita obligatoria, salvo excusas justificables, como serían motivos
delicados de salud.
Somos 160 obispos
mexicanos, pero unos 40 ya son eméritos, y no tienen esta obligación. Han
confirmado su presencia 116 obispos. Nos han organizado en 9 grupos, según las
diferentes regiones.
El lunes 19, todos nos reuniremos con el Papa, quien nos
dirigirá un importante mensaje. Cada grupo, además, tiene oportunidad de un
encuentro más dialogal, durante hora y media, así como con los Dicasterios de
la Curia Romana, sus colaboradores más inmediatos
.
Los cinco obispos de
Chiapas salimos hacia Roma este jueves por la noche, pues el sábado 17 nos toca
el encuentro con el Papa. Desde hace cinco meses, enviamos informes detallados
sobre la situación integral de nuestras diócesis.
Cada obispo del grupo le
presentará, durante cinco minutos, una breve síntesis, para que él pregunte lo
que desee, y conversar confiadamente con él. Tengo la grata experiencia de que,
cuando me concedió una audiencia privada en diciembre pasado, fluyó muy
espontánea la conversación sobre los más delicados asuntos. Su estilo nos
permite sentirnos en familia.
Nos han organizado
celebraciones en las basílicas de San Pedro, San Pablo Extramuros, Santa María
la Mayor y San Juan de Letrán. Como vamos en representación de nuestras
iglesias locales, llevamos las inquietudes y necesidades de nuestro pueblo, sus
sufrimientos y sus esperanzas.
Por sus intenciones, oraremos en esos lugares, y
también ante las tumbas de los Papas San Juan XXIII y San Juan Pablo II. Lo
haremos también ante la de Pablo VI.
Esto nos permite consolidar los vínculos
de comunión no sólo con el Papa actual, sino también con los otros sucesores de
Pedro, en un lazo estrecho de continuidad eclesial, que nos lleva hasta
Jesucristo.
PENSAR
Dice el Directorio
para el ministerio pastoral de los obispos: “La visita, en sus
diferentes momentos litúrgicos, pastorales y de fraterno intercambio, tiene un
preciso significado para el obispo: acrecentar su sentido de responsabilidad
como sucesor de los Apóstoles y fortalecer su comunión con el Sucesor de Pedro.
La visita, además, constituye un momento importante para la vida de la misma
Iglesia particular, la cual, por medio del propio representante, consolida los
vínculos de fe, de comunión y de disciplina que la unen a la Iglesia de Roma y
a todo el cuerpo eclesial.
Los encuentros
fraternos con el Romano Pontífice y con sus más estrechos colaboradores de la
Curia Romana ofrecen al obispo una ocasión privilegiada no sólo para hacer
presente la situación de la propia diócesis y sus expectativas, sino también
para tener mayores informaciones sobre las esperanzas, alegrías y dificultades
de la Iglesia universal, y para recibir oportunos consejos y directivas sobre
los problemas de la propia grey.
Dicha visita representa un momento fundamental
también para el Sucesor de Pedro, que recibe a los pastores de las Iglesias
particulares para tratar con ellos las cuestiones que se refieren a su misión
eclesial. La visita es, así, expresión de la solicitud pastoral de toda la
Iglesia” (No. 15).
Esta no es una
práctica burocrática, ni un control sobre las diócesis, sino una continuación
de la vivencia de la Iglesia primitiva. Pablo, a pesar de haber recibido una
revelación directa de Jesús, va a ver a Pedro, para revisar si está actuando
bien.
Y cuando hay conflictos entre los creyentes, como imponer o no la
circuncisión a los no judíos, Pablo va a Jerusalén para consultar y, entre
todos, resolver lo más pertinente. Es lo que hacemos ahora: ir a ver a Pedro.
ACTUAR
Acompáñenos con su
oración y disfrutemos este tesoro que es la comunión en una sola Iglesia,
unidos en torno al Sucesor de Pedro. Esto no lo tienen otras denominaciones,
que por ello se fragmentan más y más.
Escrito por Monseñor Felipe Arizmendi, Obipo de San Cristobal de las Casas, Chiapas
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