viernes, 24 de mayo de 2019

ATAQUE A TEMPLOS SAGRADOS EN MEXICO

* Gustavo Antonio Rangel
Periodista Católico de la Diócesis de Teotihuacán.
Ciudad de México a 24 de Mayo de 2019



 ¡ ATAQUE A TEMPLOS SAGRADOS EN MÉXICO !
Escrito por Gustavo -Antonio Rangel
Periodista Católico de la Diócesis de Teotihuacán




Crece de un 2 a un 12 por ciento, el sacrilegio deliberado a recintos sagrados de las distintas Provincias Eclesiales de la república mexicana, según registros de 1993 a la fecha.

Diversas son las causas de profanación: Una principal proviene de grupos aislados que manifiestan un sectarismo demoniaco hacia la fe católica, y se traduce en furia directa contra fieles, robo de arte sacro, quema de iglesias, terrorismo contra monasterios, y en algunos casos asesinato de sacerdotes.


México primer país en ataques violentos a recintos sagrados en América Latina,  le sigue Colombia, Brasil, Guatemala, Venezuela, el Salvador y Argentina.








¡ ATAQUE A TEMPLOS SAGRADOS EN MÉXICO !
Escrito por Gustavo -Antonio Rangel
Periodista Católico de la Diócesis de Teotihuacán



En México, cada semana, cerca de 26 recintos sagrados de toda la configuración eclesiástica, son mancillados por insolentes pecaminosos, que a través de actos de violencia e impunidad, cometen sacrilegio y dirigen sus ataques sistemáticos contra la fe católica.

Un análisis reciente indica que se trata de una tendencia que afecta anualmente a un 12 por ciento de los más de 16 mil templos sagrados que integran las 18 Provincias Eclesiales del país.

Datos del estudio confirman que el fenómeno ha proliferado de manera alarmante en las últimas dos décadas. Según registros, la ola de violencia ciega contra templos sagrados refiere un 2 por ciento por año; es decir, 4 recintos profanados por semana.

Sin embargo, en el último lustro, la cifra incrementó a un 4 por ciento, entonces, equivalente a 8 templos agraviados semanalmente; por lo tanto, creció a un 12 por ciento, correspondiente a 26 iglesias deshonradas. Es decir, un aumento de alrededor de 600 %, en casi dos décadas.

De ahí que México figura como primer país en América Latina con más ataques violentos a recintos sagrados, le sigue Colombia, Brasil, Guatemala, Venezuela, el Salvador y Argentina.



Por desgracia, esta irregularidad se ha constatado como grave, toda vez que se inspira en un laicismo intolerante que se traduce en furia directa contra fieles, vandalismo y robo de arte sacro, quema de iglesias, terrorismo contra monasterios, y en algunos casos intimidación y asesinato de sacerdotes.

Según análisis, el grado del fenómeno va más allá porque sólo se denuncia el 6 por ciento de los casos perpetrados en México.

Pero esto no es lo peor, la cuestión de ataques a templos custodiados por católicos, deriva su alcance en dos procesos fundamentales: Por una parte, la tendencia sectaria de sinvergüenzas que atentan recintos para apropiación y pillaje de arte virreinal; situación que afecta al Patrimonio del país.

Por otra, la de sujetos que atacan santuarios y parroquias para hacer notar sus pasiones antirreligiosas, motivos políticos, para marcar su territorio donde realizan su “trabajo” ilícito, y en otros casos, para dar constancia que están ligados a la maldad.

Lo anterior nos lleva a ofrecer una rápida visión de los actores que promueven violencia anticristiana en el corazón de nuestra fe. Por ello, se puede hablar de tres enfoques de aproximación sobre el grado de responsabilidad, según el acto de vandalismo y de profanación.



Así tenemos que un 21 por ciento corresponde a delincuentes bisoños, que se orientan al robo “exprés” de objetos religiosos en menor escala. El segundo enfoque representa un 42 por ciento, y concierne a los “profesionales” del crimen organizado, especializados al robo de arte sacro.

El ultimo enfoque, un 37 por ciento corresponde a grupos de insensatos que atacan por diversos motivos de intolerancia y discriminación religiosa.

En el caso de los delincuentes “bisoños”, generalmente se orientan al robo “exprés”; hurtando desde cestos de limosnas, Biblias y libros de oración; así como, actas y documentos sacramentales -de Bautismos, Matrimonios y entierros- que constituyen el acervo parroquial; además, equipo de sonido, computadoras y objetos religiosos como cáliz, custodias, incensarios, paneras, juegos de altar, candeleros, floreros y dinero en efectivo.

En este rango entran, también, los delincuentes identificados por feligreses, como “Metaleros” o “delincuentes del cobre”, que roban alrededor de 50 campanas por año. Su principal objetivo es el hurto de campanas con más de dos siglos de fabricación, por la pureza del material.

Su campo de “acción” lo llevan cabo en capillas y parroquias ubicadas en la periferia de los centros urbanos; aunque, también, tienen cierta preferencia por colonias o comunidades aisladas para cometer sus fechorías.

Se valen de autos de servicio publico “taxis” para monitorear la zona.

La edad promedio de los delincuentes es de 17 años, y por evento delictivo participan de dos a cuatro sujetos.

El segundo enfoque representa un 42 por ciento, y se refiere al grupo del crimen organizado especializado al robo de arte sacro.

En este rango entran aquellos sujetos que pertenecen a una red bien estructurada de delincuentes que operan de manera sistemática en la zona centro, occidente, bajío y norte del país.

Para esta categoría, se presume que la edad promedio es de 28 años. Además, tienen un nivel socioeconómico medio; cuentan con estudios universitarios y peculiar conocimiento del arte.

Los insolentes monitorean constantemente recintos sagrados que fueron edificados en el siglo XVI y XIX; estudian su acervo y clasifican con fotografías los objetos sacros para realizar sus acciones delictivas.

Otra variante, poseen catálogos de obras de arte que muestran a sus clientes y difunden el material a través de Internet –correos electrónicos-. En algunos casos, se tiene noticia que “trabajan” por encargos para supuestas galerías que se prestan para la venta o consignación de las obras virreinales.

De cualquier forma, el principal objetivo de los delincuentes de arte sacro -al profanar un templo-, es para robar: Joyería, Crucifijos, Coronas; Vestidos de Imágenes con bordados en oro y plata; Pinturas al oleo, Lienzos sagrados y Escudos; Piezas Artísticas de talla en madera y policromadas; Esculturas, Cuadros y Medallones con acabados en estofado de oro -estilo Barroco y Neoclásico-.

Con todo y la complejidad del fenómeno, se estima que los ladrones de arte virreinal, obtienen ganancias anuales hasta por 83 millones de pesos, y además, se presume que sus principales clientes “coleccionistas y anticuarios” se encuentran en las tres principales ciudades de México, así como Estados Unidos, América del Sur y Asia.

Por otro lado, el tercer enfoque, corresponde un 37 por ciento a grupos de insanos que atacan por diversos motivos de intolerancia y discriminación religiosa. En este rango destacan los llamados “vándalos” que anteponen su egoísmo personal o de grupo, manifestando una lógica de odio y venganza hacia los templos resguardados por católicos.

Su espíritu violento de “superhombres” los lleva a irrumpir los recintos sagrados para cometer violaciones sistemáticas y atentar contra el Patrimonio de México.

En esta categoría, también, tenemos a los sujetos que operan bajo un perfil político, y los que responden a grupos aislados de la delincuencia organizada. Se trata de dos tipos de granujas distintos, pero que coinciden por su alta peligrosidad, ya que tienen bien estudiado el método delictivo.

Los insolentes promueven una primavera de violencia para causar intimidación, “levantones”, lesiones físicas, intranquilidad, miedo, traumas  psíquicos y en algunos casos muertes.

De manera que los actos de irrupción de estos grupos pecaminosos afectan directamente a las familias de las comunidades aledañas; las mantienen en una tensa calma y bajo un clima de terror, situación que afecta directamente a niños, mujeres y ancianos.



Ahora bien, tras los ataques a Iglesias, se ha comprobado que destilan odio “especial” a la Madre de Dios -en sus diferentes advocaciones-; y sobre todo, al lugar donde se le rinde culto.

De ahí que siete de cada 10 recintos sagrados profanados, corresponde a Santuarios Marianos.

Por mencionar un ejemplo, la imagen más agraviada, por daño o por robo de arte, es la Santísima Virgen en su advocación de Santa María de Guadalupe.

Se ha constatado que  "La Guadalupana" es “blanco de ataques” y agresiones violentas de los incrédulos; tan sólo porque es el sostén de amor materno del pueblo mexicano y porque se le tiene una veneración perenne de sus hijos; que ha decir de los delincuentes: “se le idolatra tanto”.

Una primera confirmación es que inician su “logística” de sacrilegio, cualquier día de la semana; no obstante, se inclinan más de domingo a miércoles, además, toman en cuenta tres horas después de terminar las actividades ordinarias del día. 

Es decir, en promedio operan pasado de las 22:00 Horas, y según su acción pecaminosa, se prolonga hasta las dos primeras horas de la madrugada siguiente.

De esto saben mucho los fieles, y gracias a su testimonio, se ha confirmado que los insolentes tienen como principal objetivo, generar pánico e incertidumbre en la conciencia de la grey católica.

Además, buscan reprimir a su jerarquía y a su sacerdocio, por sus constantes predicas que censuran injusticias y defienden la vida y la familia.

Por lo anterior, los agravios a recintos sagrados ya no son casos aislados. Es ya una situación que afecta en serie la unidad geográfica de la configuración Eclesiástica de la república mexicana.

Tal es el caso de ocho Provincias Eclesiales de México, que viven en constante riesgo por el alto índice de inseguridad y por los actos de profanación con violencia perpetrados. 

Asimismo, por el daño colateral en contra de fieles, derivado del choque entre Ejército y efectivos policiales estatales contra grupos violentos del crimen organizado.

Destacan las Iglesias que se encuentran en el Valle de Juárez >>Praxedis G. Guerrero, Guadalupe y Ascensión<<, Frontera y centro de la Provincia de Chihuahua; Capital de Nuevo León, Tampico, Nuevo Laredo y Saltillo de la Provincia de Monterrey; Zona de Torreón y Gómez Palacios de la provincia de Durango.

También, el Centro de Culiacán de la Provincia de Hermosillo; Región Tierra Caliente de Guerrero >>Puerto, Ciudad Altamirano y Chilpancingo<< de la Provincia de Acapulco; Zona de Apatzingán, Tacámbaro y Cd. Lázaro Cárdenas de la Provincia de Morelia; Región de Veracruz y San Andrés Tuxtla de la Provincia de Xalapa; Zona de Antequera, Mixes, Tehuantepec y Tuxtepec de la Provincia de Oaxaca.

Por otra parte, mención especial merecen los templos de siete Provincias Eclesiales, que están a merced de los insanos, toda vez que llevan a cabo persistentes irrupciones para cometer violaciones contra el Santísimo Sacramento, dañar Imágenes Sagradas, pintar paredes, romper mobiliario o para saquear lugares de culto.

Destaca la zona de Tehuacán y Tlaxcala de la Provincia de Puebla; Región de Tulancingo y Huejutla de la Provincia de Tulancingo, Hidalgo; Zona de Celaya, Irapuato y Querétaro, de la Provincia “Bajío” de León; región de los Altos de Jalisco, Sayula, Aguascalientes, Colima y Tepic, de la Provincia de Guadalajara; Zacatecas de la Provincia de San Luis Potosí, la zona de Texcoco y Teotihuacán de la Provincia de Tlalnepantla; Delegación Benito Juárez, Cuauhtémoc, Iztapalapa y Venustiano Carranza, de la Arquidiócesis Primada de México, en la Ciudad de México.

Aunque grupos aislados y sus corifeos lo nieguen. El fenómeno de agravios a lugares de culto se impone, al grado que autoridades de los tres niveles de gobierno, no han podido controlar el problema para evitar los constantes sacrilegios.

Y la razón es muy clara: las averiguaciones quedan sólo en eso, y se ha seguido la política del avestruz -que ante los hechos esconde la cabeza bajo el ala para no verlo-.

Esto desde luego, es lamentable; y más aún, porque la exasperante situación alcanza dimensiones sectarias que afecta a presbíteros o religiosas que residen en los templos mencionados.

En casos confirmados, los delincuentes –al efectuar un sacrilegio-, muestran intolerancia que los lleva a cometer agravantes para intimidar a los religiosos.

Por un lado, solicitan dinero a cambio de dar supuesta protección a párrocos. Al mismo tiempo, la amenaza va desde la quema del recinto sagrado, el secuestro o hasta el riesgo de ejecutar al religioso si no paga la “cuota”.



En el caso de extorsión, la cantidad oscila en promedio los diez mil pesos, y cuando se trata de secuestro, puede llegar hasta los dos millones, según fuentes eclesiales.

Por otro lado, cuando se lleva a cabo un robo a templo, los insolentes se van con todo en represión de los presbíteros, manifiestan un sectarismo demoniaco que los vuelve ciegos, y en algunos casos, sus actos terminan en homicidios.

Así lo confirman los registros de 1993 a enero de 201118 crímenes perpetrados contra 1 cardenal, 13 sacerdotes, 3 religiosos y 1 laico –sacristán-; de los cuales 7 fueron consumados contra Presbíteros en el interior de un templo.

Aunque, 14 estados de la república se han convertido en constante zona de riesgo para el ministerio sacerdotal. Una aproximación reciente del fenómeno indica que son diez entidades las que representan una alta inseguridad, destacando: la Ciudad de México, Chihuahua, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Hidalgo, Aguascalientes y Coahuila.

Por lo anterior, grave es el fenómeno en cuestión; los efectos son de alto costo sin aparente solución; y más aún, porque, también, afecta directamente a la feligresía.

Definitivamente, es el sector más vulnerable. Y lo peor de todo es que en la mayoría de los casos son quienes pagan los platos rotos del salvajismo que emana de una agresión a lugar sagrado.

Una consecuencia principal es el trauma que afecta a su paz y culto. El allanamiento y despojo a sus imágenes veneradas y respetadas deterioran gravemente su vida cristiana; además, se sienten inseguros y con impotencia de aplicar un castigo con severidad a los culpables.

Se puede añadir que luego de un agravio perpetrado, se acercan a su templo, y siguen sin entender el insólito sacrilegio. En suma, simplemente, no hay palabras para describir el sentimiento de daño y su efecto colateral.

Lo cierto es que los fieles de algunas ciudades del norte del país, tienen su libertad acotada; es decir, vive en tensa calma y bajo un clima violento. Las amenazas de muerte están a la orden del día; el fantasma de la zozobra ha invadido sus hogares, y lo mejor es salir en éxodo cuanto antes, para salvar la vida.

Al respecto, se estima que alrededor de 18 mil fieles – en 2018-, retornaron a sus lugares de origen; y otros 5 mil emigraron a la unión americana, resultado del aumento de la violencia en regiones como Chihuahua, Tamaulipas, Monterrey, Sinaloa y Michoacán.




Hasta aquí los registros, y ante la gravedad nos preguntamos: ¿es posible esto en México?. Sí, todo eso y algo más. Lo vemos a través de los agravios a templos católicos, que deriva de ataques bien estudiados contra sacerdotes y fieles -perpetrados a la luz del día-; pero sobre todo, solapados por quienes deberían garantizar la seguridad pública.

Se ha constatado que en casos aislados, son ellos mismos -los grupos policiales y el Ejército-, quienes irrumpen violentamente los recintos sagrados, para buscar a supuestos cabecillas del crimen organizado. ¡Qué pena que policías y ejército!, en vez de conservar y resguardar el orden de los templos, se dediquen a crear pánico entre los fieles inermes e indefensos.

Por eso, hoy más que nunca, recordamos las palabras del obispo francés, monseñor Michel Dubost, en relación a la profanación de Iglesias“Si hay que gritar, gritaremos; después de todo, nosotros también somos ciudadanos”.

De ahí que mientras los abusos y actos de vandalismo o sacrilegio a templos sagrados continúen en el país, se deberá informar puntualmente a la opinión pública, para apremiar al gobierno mexicano, y a los poderes públicos involucrados, para que se dediquen -en serio- a tratar de resolver el problema; y así la familia pueda volver a tener un espacio vivo de reflexión con su credo.,

En suma, los templos sagrados de México, cualquiera que sea su denominación, tienen entre sus fines la predicación y vivencia de la moral; por ello, deben recibir seguridad para cumplir esta misión que tanto beneficia no sólo a las buenas costumbres, sino al orden social y tranquilidad publica; por ello, deben recibir facilidades para que al interior puedan convivir y encontrarse pacíficamente los mexicanos.


Gustavo Antonio Rangel





- Es un Periodista Católico de la Diócesis de Teotihuacán, México.

- Es Investigador especializado en Neopersecución de Sacerdotes en México, de 2006 a la fecha.

- Desde 2009 a 2017, fue Coordinador la Unidad de Investigación del Centro Católico Multimedial C.C.M.

- Ha ganado el Premio Nacional de Periodismo Católico 2008.

- Ha sido Profesor de los Talleres de Radio y Televisión de la Universidad Salesiana de México.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario